>>7883Pasaron cinco años desde aquel extraño episodio. Todo transcurría con normalidad. Me seguía ordeñanado a mí mismo con páginas de excelente contenido gay. Monas pitudas niponas, de pechugas saltonas. Nada de Elliot Page ni transexualidades IRL. Mejor las dos dimensiones, sí, la zona de confort que nunca te rompe el corazón.
A veces hay semanas de toqueteo ilimitado, entonces en el frenesí, accedí a la sala sin tiempo, donde me entrené duramente. No sabía qué amenaza se cernía. Siempre venían guerreros más poderosos. Después de todo, la ciencia ya no tenía límites. Y sea magia o ciencia, los otros universos se infiltraban en este.
Un chaparro calvo sin nariz accedió un día a donde estaba yo practicando con la zurda. Y me dijo que tras la muerte de Vergeta, el país hizo cinco días de luto y una estatua del ex-príncipe saiayín abrazado a Maradona.
Transcurrido el periodo de luto, la creación definitiva del pérfido doctor Güero, hizo su maléfica aparición. Esta maligna entidad se llamaba FURRO OBESO. Y sus poderes eran más gordos que los de Moro. Pero Furro Obeso no era tan bardero y codicioso. No era anarquista, él era cumbiero.
Fue hasta donde estaba la presidente de mi nación (que además era la reina del Vaticano) y le olisqueó con su hocico hasta la próstata de la loligata gótica futanari kuudere investida con la banda presidencial LGTB. Pero guarda, pues tenía una protección especial: Colmillos vampiros de titanio emergieron de su vagina. Colmillos.
Pero FURRO OBESO era UN OBSESO y le hizo el amor de forma violenta, no a la manera del extinto Kokún.
Re boludo, el FURRO, porque así se desgarró todo el pene.